Hace veinticinco años...

Hace veinticinco años un entusiasta grupo de nazarenos sacaron por primera vez en solemne Procesión el Paso Jesús en casa de Lázaro... De aquellos, poco más de una docena tuvieron la suerte de poder celebrar el veinticinco aniversario en la calle... Con el "río colorao". Atrás quedó la juventud de muchos, las circunstancias de otros, la salud de algunos pocos más... Pero hoy, veinticinco años después permance el espíritu de todos, la hermandad del grupo, la alegría del servicio a los demás, la camadarería, la sonrisa  al compañero, la amabilidad en el trato y la nazarenía de aquellos que nos pasaron el testigo a los que llegamos más tarde...

Jesús en casa de Lázaro no es un trono más que desfila el Miércoles Santo. Bajo él, tras él, delante de él hay un sentimiento, un trabajo de todo el año,. Decenas de horas dedicadas a conocernos, a manifestar el sentir de nuestra penitencia cofrade. No es el grupo de nazarenos que se juntan un Miércoles Santo y se despiden hasta el año que viene. Nos despedimos hasta el Jueves o hasta el Domingo... Pues seguimos en contacto, nos conocemos, nos interesamos por el compañero...

Cuando al golpe del estante de nuestro Cabo de Andas, sacamos a nuestro Paso a la luz de la tarde expléndida, tras pasar la puerta de la Iglesia del Carmen, el primer pensamiento fue para aquellos que por diferentes motivos compartieron ese íntimo momento con nosotros años atrás y no estaban. Después pensé: ¡Qué viejo estoy!. Hace más de veinte años mis dos zagales, levantando dos palmos del suelo procesionaban tras nuestro, al cuidado esmerado y paternal de nuestro compañero Ramirez ,al que tengo que agradecer que me ayudara tanto en inculcar el sentir nazareno a mis críos... Este Miércoles Santo, Ramirez lo tiene que dejar y tras de mí iba cargando mi pequeño y en una vara mi mayor. Me acordé de Paco Navarro que con tanto cariño los metió a la iglesia el último año que pudieron salir de críos y lloraban como Magdalenas en la puerta de la Sacristía porque yo no había sido capaz de convencer a nadie para que los dejaran pasar...  Paco Navarro fue quien en un visto y no visto me proporcionó los dos estantes pequeños, coloraos como la sangre, para que mis hijos procesionaran adecuadamente, pues no los tenían y con tres añicos decían que sin estante no salían.... ¡Qué viejo me sentí y cuanta felicidad tenía dentro!. Me acordé de muchos amigos y compañeros con los que compartimos momentos, algunos duros, pero todos buenos... Recordé a Paco Valverde que me dió la oportunidad de conocer a los Cabos de Andas y también pensé en ellos y en sus hijos que durante tantos años han confiado en nosotros y nos han tratado como amigos... Me acordé de tantos que sería injusto seguir nombrando pues seguro que alguno quedaba fuera de mi lista inmerecidamente... Veinticinco años y aún me estoy riendo, recordando anécdotas de la convivencia que hicimos en los tiempos de la prehistoria por el décimo aniversario en Villajoyosa...

A las siete en punto, cuando la Samaritana se disponía a ponerse bajo el dintel de la puerta del almacén, nuestros Cabos de Andas nos dieron el último repaso, cíngulos, rosarios, enagüas, buches, esparteñas... Alguno tuvó algún desliz en la vestimenta y fué reprendido con cariño, con espíritu didáctico, con la dulzura con la que se le explica a nuestro hijo pequeño como se hacen las cosas... Después una pequeña reunión donde escuchamos los últimos consejos... Los mismos de hace veinticinco años, pero que nunca está de más recordar... Las novedades, pocas, pero siempre hay alguna "cosica" de última hora...

Y a la calle, con el sentimiento y la pasión del nazareno colorao, con la frente alta, el pecho hinchado de orgullo y las ganas de compartir y manifestar nuestra Fé.

Al regreso, tras cuatro y algo más, cortas horas, encaramos lo que será la Capilla de nuestro Cristo de la Sangre. Los compañeros que no habían sacado el trono y estaban fuera de él, rápidamente eran requeridos por los que estando dentro si lo habían sacado para que ocuparan su puesto... Llegaron nuestros amigos y compañeros que por la edad u otras circunstancias ya no procesionan con nosotros y cogieron su sitio, el de siempre. ¡Qué alegría en sus rostros, cuanta felicidad!. Y se produjo el momento mágico... Sonando la primera campanada de las 12 de la noche tronó el estante de nuestro Cabo para ordenar la marcha hasta dentro.... Despacio, deseando que no acabara nunca.... En la última campanada el trono estaba dentro y un compañero gritó: ¡Viva Jesús en casa de Lázaro! y se rompió la emoción contenida en  un estruendoso ¡Viva!.

Y el círculo se cerró, cumplimos el Veinticinco Aniversario de nuestro Paso, Jesús en casa de Lázaro.
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